José Antonio Marina: «La asignatura pendiente es poner límites»


Podría haber sido una «escuela de padres». ¿Por qué han elevado la paternidad y maternidad a la categoría de título universitario?
–Las escuelas de padres estaban desprestigiadas: no habían tenido éxito, tienen muy poca asistencia... Además, queríamos indicar que no somos aficionados que dan consejos, sino que hay una tarea de investigación realmente seria, que queremos ser una institución de garantía social, que la gente se puede fiar de lo que decimos... Y para eso tenemos que trabajar e investigar mucho, y estar al tanto de lo que se hace en otros países. Hemos sintetizado más de 150 programas especializados. También queríamos llamarlo universidad para subrayar el rigor científico e intelectual de lo que hacemos.


–¿Cuándo se puede decir que los padres obtienen su «licenciatura»?
–Serán aquellos con seguridad en sus competencias educativas. No damos recetarios. Los recetarios valen para muy poco. Queremos que los padres y las madres vayan adquiriendo una serie de destrezas que les permitan enfrentarse con los problemas educativos en cada una de las edades del niño, que son muy variados y muy dependientes del carácter de su hijo. Ésto les produce una enorme serenidad: muchos  tienen miedo de no saber cómo responder, a no hacerlo bien... Pueden tener la gran seguridad de que hay un gran grupo de profesionales que están ahí para ayudarles. Y que van a ir adquiriendo habilidades para resolver los problemas. 

–Una iniciativa como Superpadres», ¿es más necesaria ahora que hace  años?
–No era tan necesaria antes porque educar a los niños y adolescentes era más fácil. Por una serie de razones buenas y malas. Era una sociedad muy homogénea, con un consenso generalizado en valores, muy obediente y acostumbrada a un sistema autoritario. Hoy nos encontramos con una sociedad mucho más plural donde faltan consensos prácticos, con muchas más posibilidades, donde se valora más la libertad, pero también con mensajes muy contradictorios, y donde las familias se han fragilizado, por una parte, y están sometidas a una serie de tensiones, por otra. 

–¿Cuáles serían las «asignaturas» más duras para los padres?
–Lo que les da más miedo es el tener que poner límites. Temen «pasarse» y caer en rutinas autoritarias. También están las dificultades de comunicación, que van haciéndose más difíciles en la adolescencia. Luego hay problemas concretos, como la hiperactividad. Y existe otro tema: la sexualidad, las primeras relaciones amorosas, cómo comportarse, si deben dejar entrar a las parejas en casa... 

–El poner límites, ¿es la principal asignatura pendiente de los padres de hoy?
–En este momento, sí. Eso tiene que ver con cómo ejercer la autoridad. En nuestra cultura actual, la autoridad está en descrédito. Los padres no saben muy bien cómo ejercerla. Conviene quitarles muchos miedos y darles seguridad.