Así mejoran sus relaciones familiares los jóvenes que hacen voluntariado

Desde que España se sintiera azotada por los efectos de la crisis ha salido a relucir, más que nunca, que los españoles somos ciudadanos muy solidarios. Más de cinco millones de personas realizan voluntariado en nuestro país. Pese a esta realidad, todavía nos queda camino por recorrer. Las estadísticas aseguran que los Países Bajos están a la cabeza, con un 54% de la población que realiza labores de voluntariado, frente a Grecia donde el porcentaje desciende al 13%, mientras que España está en el 23%.
Lo que sí se aprecia es que los jóvenes, a partir de los 16 años, se interesan por participar cada vez más, sobre todo durante sus vacaciones. En vez de estar en casa descansando, en la piscina, con sus amigos o, algunos, haciendo el botellón, deciden implicarse en una causa solidaria. «En estas fechas es cuando más jóvenes nos llaman para ofrecerse como voluntarios —asegura Luciano Poyato, presidente de la Plataforma del Voluntariado de España—. Desde 2011 hemos notado un incremento de un 7% en el número de jóvenes participantes y este año esperamos un récord de participación».

En la misma línea se manifiesta Carmen Pardo, directora de laFundación Deporte y Desafío, quien asegura que en los campamentos de verano intensivo es donde se percibe el mayor interés de los jóvenes. «De los 500 colaboradores que tenemos al año, el 75% son menores de 25 años. Se han convertido en uno de nuestros recursos más valiosos, sin los que no se podrían llevar a cabo muchas de las actividades planteadas. Tienen un gran potencial que hay que saber aprovechar. Llegan al convencimiento de que fijarse objetivos y metas les hará alcanzar sus ideales y moldeará su futuro personal y profesional».
Entre las causas de este interés creciente, Luciano Poyato destaca que a pesar de la creencia generalizada de que los jóvenes «son irresponsables e inmaduros, en realidad están demostrando que se interesan por las informaciones que reciben y actúan para cambiar una dura realidad que viven muchas personas. De hecho, la mayor franja de voluntarios por edades se encuentra entre los 18 y 35 años».

Una revolución personal

En su opinión, el voluntariado les produce una «revolución de cambio personal». Explica que cuando estos jóvenes atienden a otras personas —con discapacidad física, intelectual, en riesgo de exclusión...— se enfrentan a una realidad difícil y perciben el esfuerzo de los distintos colectivos por superarse. «Al ayudar a los demás, se sienten responsables, se les abre la mente y les enriquece de manera muy personal», añade Carmen Pardo. También recalca que estas acciones fomentan la comunicación con los demás, les transmiten mensajes positivos, de ánimo, y les ayuda a darse cuenta de que no están solos.
Se descubren a sí mismos y ven que son capaces de planificar, buscar soluciones, conseguir metas y, si a esta edad se sienten perdidos, ocupan su tiempo y se sienten llenos...
«La adquisición de valores como la responsabilidad, saber escuchar a los demás, respetar opiniones, defender las suyas, trabajar en equipo, etc., también les ayuda, sin duda, posteriormente. Cuando regresan a su domicilio lo hacen con una actitud muy positiva que favorece las relaciones familiares, sobre todo en lo que se refiere a la comunicación con padres y hermanos, a saber expresar sus emociones y escuchar a los demás», asegura el presidente de la Plataforma del Voluntariado de España.
Javier Font, presidente de Famma-Cocemfe, considera que estos jóvenes son muy valientes «porque no es sencillo, si no se ha tenido contacto con la discapacidad, tratar a estas personas, conocer sus dificultades y hacerles frente juntos. Muchos de los afectados —prosigue— provienen de familias desestructuradas, precisamente por las disputas que se generan en la pareja por no saber afrontar la discapacidad del hijo y culparse de que uno se ocupa más que el otro. Los jóvenes voluntarios reflexionan sobre sus propias vidas y aprecian más el valor y papel de la familia y que esté unida».
«Además —añade Carmen Pardo— dejan de ser tan egoístas. Si a estas edades los jóvenes se caracterizan por pensar en ellos, con su habitual "yo, yo y, después, yo", con el voluntariado dejan que sean otros los que tengan el protagonismo. También dejan de quejarse tanto a sus padres porque se dan cuenta de que hay personas que sonríen e intentan ser felices con mucho menos y en situaciones verdaderamente complicadas».
La mejora es extraordinaria, al menos así lo cree también Mario García, presidente de Cocemfe (Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica), quien destaca el gran acto de generosisdad de estos voluntarios al no cobrar prestación económica por los servicios prestados. «Los jóvenes, por lo general, vuelven a su casa con un mayor espíritu colaborativo, un incremento en el respeto y reconocimiento hacia la labor desempeñada por sus progenitores en su crianza y, sobre todo, muchas ganas de compartir éstas vivencias con ellos».

Así opinan ellos